Cuatro veces por la mañana y seis veces por la tarde. El inspector de boletos iba y venía por los vagones del metro picando y picando el pasaje de los viajeros.
Viviana subía a media mañana, recorría siete estaciones y se bajaba al llegar.
Con los años se fueron conociendo. Él le cabeceaba al subir y ella le respondía con una breve sonrisa.
-Boletos, por favor, gracias.
Boletos por favor, gracias.
Pero una tarde todo cambió y hubo sorpresa en la cara del inspector cuando Viviana le entregó los boletos…
para el cine de esa noche.