A los pocos días de haberse atravesado inofensivamente el Y2K los periódicos dieron por terminada la noticia. Se presumía que la alteración de un dígito en la programación original de las computadoras haría desestabilizar todo el sistema informático mundial y, con ello colapsarían las redes humanas tal como las veníamos conociendo.

Si tuviéramos que reducir ese evento a lo profundo de su génesis se diría que fue sólo un “mal bit” el culpable de toda la tragedia.

Se dice que la palabra de Dios, la Biblia, ha sido el libro más vendido y leído a través de todos los tiempos. Sin dudas es un compendio de historias maravillosas desde el punto de vista literario, fantástico, mítico y religioso. Es una fuente inagotable de inspiración para millones de personas y que también suscitó controversias a sus infaltables detractores. Entre sus más conocidas historias están la creación del hombre, el diluvio universal, las tablas de la ley y cientos de bellas parábolas. Pero acaso el dato más importante, la causa y su poder definitivo ocurre todo en un mínimo versículo: Mateo 20-1: “resucitó entre los muertos”.

Si has de ponerte a cocinar, por favor hazlo a conciencia. Lava bien los alimentos, quítales la piel si fuera posible, y cocínalos fuertemente. La escherichia coli no es tu amiga. Hay que darle 70 grados de calor directo por al menos dos minutos, desinfectar con lavandina y lavarse bien las manos antes de llevar comida a la boca.

Bacteria desagradable. Ínfimo y maligno ser vivo. Se te mete en el tracto digestivo argumentando sus razones y te destroza el estómago y los calzones.

Brasil 2014, copa del mundo, jugamos la final. La vida nos da emociones, buenas y malas todo el tiempo. Pero la adrenalina de un Alemania-Argentina en el último partido del mundial no debe tener analogía que la consiga igualar.

Partido complejo y largo. El Maracaná explotaba, la cancha ardía. Para ganar un mundial hay que ganar siete partidos, correr por más de diez horas y llenar de goles el arco de enfrente.

Segundo tiempo y 13 de alargue. Gotze recibe de pecho, controla de izquierda y la mete de derecha. Ganan ellos. Todo en vano. Por un minuto, Alemania campeón.

Me pasé todo el verano esperando que empiecen las clases. Yo tenía 12 años y Roxana tenía 10. La ví por primera vez en un acto a la bandera. Estaba en la fila de enfrente y me miraba de reojo. No la había visto antes, era simple, hermosa, delicada. Era un sueño verdadero, era la llave del cielo. Yo estaba en séptimo grado y ella dos menos, en quinto. Dudé bastante antes de hablarle, yo era callado y bastante introvertido. Pero un día me animé y hablamos en el recreo. Le confesé mis sentires y ella me contó los suyos. Pero a los pocos días llegaron las vacaciones y tuve que dejar de verla. No importa, el verano es corto, me decían mis amigos.

Acabado ese receso, volvíamos al colegio. Mi corazón reventaba por los deseos de verla. Estaba nervioso, ansioso, apurado. Mi mamá me dejó en la puerta y a punto estaba de abrirla cuando leí perplejo el maldito cartel que anunciaba la tragedia: se suspenden las clases hasta nuevo aviso; que la pediculosis te valga.